Por Carlos Andueza
Ygdrasil (Ediciones B, 2005), de Jorge Baradit, penetró las letras chilenas y las hizo llegar al orgasmo. Ahora, el autor chileno vuelve con la misma potencia para embestir la escena literaria nacional. El porteño regresa con Synco (Ediciones B, 2008), su segunda novela. Pero lo hace de una manera distinta, y así lo escribe él mismo en las primeras páginas de su libro. “Regresar es un verbo mentiroso. Uno siempre llega por primera vez”. De una forma inusual, es posible confirmar esta sentencia.
Atravesar Synco de extremo a extremo es toda una experiencia. La trama, mezcla de política, tecnología y conspiraciones mágicas, exuda tensión, misterio y locura a un ritmo creciente e imparable, ofreciendo, desde la primera página, una realidad diferente, una alternativa histórica extraña y compleja, que no sólo despierta perplejidad, sino también curiosidad y atención. Porque, ¿a quién no le extrañaría una realidad en la cual Pinochet hubiera sido leal a Allende?
A diferencia de Ygdrasil, Synco se levanta sobre una ucronía (subgénero de la ciencia ficción que supone una resolución diferente de algún suceso histórico), y tiene como protagonista a Martina Aguablanca, una periodista chilena que, tras vivir un extenso periodo en Venezuela, regresa a su patria con una misión. Su viaje consistirá en explorar el neo Chile que se ha formado desde que el golpe de estado de 1973 fue desmaterializado por el propio Augusto Pinochet, y descubrir cómo el “compañero presidente Allende” combina tan bien el socialismo puro y la tecnología de punta.
A medida que las páginas avanzan, el lector va conociendo, a la par que Martina, más características de esta especie de Internet físicamente monstruosa y cancerígena que es Synco, el sistema de información y control que le da nombre a la novela. Así como también se revelan las verdaderas intenciones de los personajes históricos que Baradit utiliza como herramientas: Fernando Flores, Miguel Serrano y Carlos Altamirano. Cada uno de ellos con planes, y aspectos sicológicos y físicos, impensables.
¿Trama excéntrica? Sí. ¿Inverosímil? Tal vez. ¿Filonazi? Ni siquiera se sabe lo que es eso. Lo que sí se sabe es que Jorge Baradit, además de poseer una imaginación que raya en lo delirante, es dueño de un estilo inconfundible, con el cual desarrolla temáticas tan diversas como la explotación infantil, la conspiración política y los viajes espacio-temporales. Amalgama que explota hacia el final del libro, siendo el clímax que el escritor y crítico chileno, Álvaro Bisama, describió como “el momento en el que todo se desmadra”.
Es necesario, en todo caso, manifestar que Synco presenta cierta debilidad en sus pilares. A algunos de sus personajes los cubre un barniz circunstancial y predecible (como a Michael Townley y Arsenio Enrieta, por ejemplo), que le resta credibilidad y fuerza. Además, la superficialidad en el tratamiento de su protagonista, la torpeza que la define y la debilidad de su carácter, la alejan de ser la causante activa de los hechos, acercándola más al rol de un observador, el que debería estar reservado exclusivamente para el lector.
A pesar de estas dificultades, Synco se alza con orgullo, como una apuesta arriesgada que alguien, necesariamente, debía hacer. Un libro chileno manufacturado a estilo best-seller que, junto a su predecesor Ygdrasil, viene a renovar la terca escena literaria chilena, tan arraigada en el realismo opresivo y melancólico. Se agradece, entonces, el hecho de que Jorge Baradit haya tenido la insana valentía para atreverse a lanzarlo.
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