jueves, 11 de diciembre de 2008

LA TIERNA DEFENZA DE LAS LETRAS DISCRIMINADAS

jueves, 11 de diciembre de 2008

Encuentro Literario: La Narrativa es un Virus

Por Carlos Andueza

Balmaceda Arte Joven se ubica a un costado del Centro Cultural Estación Mapocho. El edificio es viejo, sus paredes están rayadas y sus ascensores funcionan ocasionalmente; pero su intención última, fomentar las bellas artes y acercarlas al público juvenil, se cumple. Las diversas actividades que realiza la corporación abarcan desde la danza hasta el video digital, sin dejar de lado el teatro, la literatura, la música y las artes plásticas. La charla que se relatará a continuación se enmarca dentro del ámbito de la literatura, aunque más específicamente, de la literatura marginal.


El flyer que anunciaba el encuentro especificaba que éste se realizaría en la biblioteca pública de Balmaceda 1215, en el primer piso. Finalmente, la charla se llevó a cabo en el tercero, en la sala destinada a la lectura del taller de poesía. Para llegar allí había una sola opción: subir por unas pintarrajeadas escaleras; los ascensores, en ése momento, no eran una buena alternativa.


El escenario negro, con dos potentes focos de luz en cada extremo, recordaba el escenario de Una Belleza Nueva, el programa cultural de Cristian Warnken que, de hecho, así lo manifestó más tarde el escritor Alejandro Zambra, también participante del encuentro. Al público lo esperaban unas cuantas sillas desplegables y dos pequeñas tarimas; a los expositores, una larga mesa cubierta por una tela negra y sembrada de vasos con agua. Pero treinta minutos pasaban de la hora anunciada para el inicio de la charla, y los participantes aún no se hacían presentes.


Para cuando llegaron, todo se precipitó. En un abrir y cerrar de ojos, la sala estaba llena, todo comenzó por fin. La audiencia estaba conformada, en su mayoría, por jóvenes estudiantes de los diferentes talleres ofrecidos en el lugar, por amigos o seguidores de los escritores, y también por unos cuantos periodistas. El grupo variopinto de presentadores también estaba integrado por gente joven, profesionales que no pasaban la treintena de edad, unidos por la lectura y la escritura compulsiva. Durante toda la charla, los micrófonos fueron peleados.


Encabezando la mesa como presentador, el escritor, profesor y crítico, Roberto Contreras, introdujo a los invitados. El estudiante de periodismo, y ganador del concurso Roberto Bolaño por su novela Malasia, Diego Zúñiga, era el más joven de la mesa con sus 21 años. La sicóloga Claudia Apablaza, quien recientemente había publicado la novela El Diario de las Especies, se encontraba allí por su obsesiva afición a la escritura. Asimismo, se encontraba también Luis Valenzuela, licenciado en letras y autor de Jueves. También hizo presencia el infaltable escritor Álvaro Bisama. Alejandro Zambra llegaría mucho más tarde.

Palabras al margen
Todo comenzó con la siguiente cita de Bolaño: “El desprecio que sentía por la llamada literatura oficial era enorme, aunque sólo un poco más grande que el que sentía por la literatura marginal. Pero creía en la literatura, es decir, no creía ni en el arribismo, ni en el oportunismo, ni en los murmullos cortesanos; sí en los gestos inútiles, sí en el destino”. Palabras que dieron el puntapié inicial del encuentro.


Las opiniones se dispararon. El micrófono iba y venía mientras los exponentes respondían. La atención del público se palpaba en su silencio.


Álvaro Bisama comenzó lanzando una frase categórica y lapidaria: “Yo creo que, en el fondo, todo en Chile es marginal”. Y prosiguió, adjuntando como ejemplo, con sus impresiones sobre los cuentos de terror de Mariana Calleja. “Escribió una versión muy chanta del Bebé de Rosemary que, si eso no es marginal, no sé lo que es.” Después de las risas de los asistentes, Diego Zúñiga acotó que le molestaba el aprovechamiento de algunos escritores con la categoría marginal. “Muchas veces es una postura simulada, y terminan haciendo un discurso falso”, sentenció.


En cuanto al carácter alternativo o lateral de la narrativa que los mismos autores presentes manifestaban en la charla, Claudia Apablaza comentó que, en la mesa, no veía literatura del margen. “La literatura chilena es periférica desde Europa, desde afuera, no desde dentro”, agregando que no conocía literatura marginal contemporánea. Asimismo, Luis Valenzuela aclaró que él prefiere “hablar de literatura no oficial en vez de marginal. A ésta no la conocemos, ni tampoco llegará a una editorial”, agregó el escritor. Roberto Contreras, estando de acuerdo con esta última frase concretó que “deja de ser marginal quien se hace libro”.

La tarea incumplida
Pronto, la discusión giró hacia otros rumbos. El canon literario, la supuesta imposición de éste y los listados de lecturas preferenciales, fueron los siguientes tópicos. No fue difícil entonces desembocar en Cien libros chilenos, la última publicación de Bisama y que, justamente, enumera una centena de obras literarias nacionales. Claro que su autor se adelante en defender su postura, asegurando que “Cien libros… no trata de ser un canon, sino más bien un libro narrativo, que me sirvió como excusa para sistematizar las lecturas que para mí eran relevantes”. Bisama no cree en la imposición de un canon, pero “en lo que sí creo es en el derecho de todos los lectores a hacer listas”.


Precisamente, ésa era la tarea impuesta por Contreras. El escritor, al momento de invitar a sus colegas, les había pedido que hicieran la lista de sus cinco libros chilenos favoritos. Ninguno la hizo. Salvo Apablaza, quien la escribió en la misma mesa, e incluyó entre sus preferidos autores de la talla de Donoso, Bolaño y Nicanor Parra. Por su parte, Diego Zúñiga confesó que, aunque no haya cumplido con el pedido de Contreras, le gustaban las listas, pues creía que “el ejercicio de hacerlas le saca el jugo a la lectura e interpretación de los libros y de cómo afectaron al lector”. El único que opinó distinto fue Luis Valenzuela, pues argumentó que las listas sí imponían un canon, “del hecho de estar sentados en esta mesa como escritores, nombrando a autores que leemos, de cierta forma estamos entablando un canon. Por eso mi negación a hacer la lista” aclaró.

Trailers auditivos
En eso iba la conversación cuando, de pronto, llegó Alejandro Zambra. El profesor de la UDP y autor de Bonsái y La Vida Secreta de los Árboles, no explicó su retraso, pero fue bien recibido por sus compañeros y se sentó en el extremo derecho de la mesa. Arribó a tiempo para la lectura final.


A partir de entonces, los escritores convocados comenzaron a vociferar palabras escritas. La idea era terminar la charla con la exposición de fragmentos de sus últimos trabajos. Pedazos de múltiples relatos, coloridos, exóticos, extraños y límites. Lecturas que, finalmente, confirmaron el cariz marginal, si bien no de sus expositores, de sus historias, inspiraciones y orígenes.


Diego Zúñiga leyó primero. El estudiante de periodismo hizo público un retazo de la novela que tiene en proceso de creación. Titulada Las Muertes Imaginarias, cuenta la historia de un joven periodista que investiga un misterioso caso en Alto Hospicio. Una virgen que llora sangre será el motivo del reporteo y el núcleo de esta ficción rápida e intrigante.


Como poniéndose el parche antes de la herida, Álvaro Bisama reconoció ante todos que leía pésimo en público, que casi se había negado a leer y que le aterraban los karaokes. Sin embargo, de igual modo expuso un capítulo de Música Marciana, su última novela. La historia, un bombardeo imparable de información y datos pop, relataba el intercambio epistolar entre un padre y un hijo, e incluía un personaje negro que, se suponía, era hermano de John Lennon.


Claudia Apablaza hizo la lectura de un cuento inédito, perteneciente al libro La No Historia. El relato, en primera persona, contaba la melancólica vida de Lucila Godoy Alcayaga.


Luis Valenzuela expuso un fragmento de su libro Jueves. La novela cuenta la historia de tres personajes, tres amigos que se juntan a realizar una celebración, a la cual se empecinan a que vaya un afamado humorista chileno.


El último en leer fue Alejandro Zambra. El escritor publicó un capítulo de un nuevo libro, 90 días, en el que trata la recuperación de un adicto a la nicotina. La rehabilitación del cigarro se dejaba escuchar fácil y liviana, pues estaba salpicada por un humor ácido y certero.


Terminada la charla y las respectivas lecturas, escritores, periodistas y público en general, se unieron alrededor de una pequeña mesa para compartir unas cuantas copas de vinos y otras tantas palabras más.

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