miércoles, 10 de diciembre de 2008

ÁLVARO BISAMA: Los Seguros Pasos del Crítico

miércoles, 10 de diciembre de 2008


ÁLVARO BISAMA:

Los Seguros Pasos del Crítico

Por Carlos Andueza

A lo lejos, es posible distinguir un brillante par de zapatillas amarillas. Sobre ellas, un tipo ancho, de camisa manga corta y blue jeans, camina acelerado. Es Álvaro Bisama, y se encuentra en la Feria Internacional del Libro de Santiago (FILSA) por el lanzamiento de El Púgil, novela de ciencia ficción de su colega Mike Wilson. Son amigos desde hace un par de años, pero ya son inseparables. Ambos, junto a Francisco Ortega y Jorge Baradit, conforman la “mafia ucrónica” y, en cada lanzamiento que realizan, están siempre allí para apoyarse. Hoy, no es la excepción.

Álvaro llega jadeante. Son más de las siete de la tarde y este porteño de 33 años transpira copiosamente. Confiesa que ha corrido todo el día. Además, viene bajando del metro; su calor se explica. Con una mochila negra al hombro, Bisama se detiene en medio de la ahora atestada Estación Mapocho, y las preguntas se disparan. Mientras responde, utiliza sus manos para sacar las gotas de sudor de su frente.

La voz entrecortada por la premura da paso, con el tiempo, a una voz más calmada, profunda y arrastrada. Bisama es relajado para conversar y habla como si de un adolescente se tratara. Aunque sólo en el modo, pues sus afirmaciones encierran la inteligencia adulta y sagaz que evidencia en su columna El Comelibros de El Mercurio. Con esa misma voz tranquila declara que su llegada al diario nacional fue producto de la mera casualidad. “A las 4 de la mañana, en una micro rumbo a Villa Alemana, me encontré con un amigo. Él era el editor del suplemento y me invitó a escribir sobre libros o películas”. De esa forma, entonces, se explica cómo un profesor de castellano llegó a internarse en terrenos periodísticos. Simplemente, sacó la voz. “Yo leía mucho, siempre he leído mucho, y siempre he escrito, pero nunca busqué trabajar en un diario, ¿se entiende o no?”.

Sus críticas semanales en la sección Revista de Libros del cuerpo E (Artes y Letras), de El Mercurio, y ahora su nueva publicación de reseñas, Cien Libros Chilenos, demuestran su vasto conocimiento literario y su categórico punto de vista. Aunque él niegue completamente el establecimiento de un canon propio. “En el fondo, cachai, la crítica tiene que ver con el cómo se tocan temas que no se podrían tocar de otra forma”. A la pregunta de si tiene que ver con el ego responde con un simple y seco “no”.

Pero, a pesar de lo cortante, al hablar adopta una postura abierta, con la mirada atenta y las manos libres. No es grave, para nada, sólo firme en sus ideas. Y lo recalca a cada rato. Consultado por Caja Negra, su primera novela, publicada en 2006, y de por qué eligió una estructura narrativa tan fragmentada y caótica para escribirla, responde con un fulminante “¿y por qué no?”. Y argumenta: “¿Por qué hacer todo lineal? ¿Hay alguna regla, alguna prescripción? Al escribir no tenís prescripción y, en el fondo, si te equivocai es un riesgo personal completamente válido, ¿se entiende o no?”, sentencia con su muletilla. “Demoré cinco años, y practiqué con algunas partes publicándolas primero en formato blog”, confiesa sonriendo. “Pero en Caja Negra metí todo lo pop que tenía en la cabeza, por eso me di esa libertad estructural”.

Su segunda novela, al contrario, sí responde a un modelo estructural más clásico, aunque en lo temático sigue la bizarra línea de su predecesora. “Música Marciana la terminé de escribir en tres meses. Pero cada libro tiene su rollo, su método de creación”, dice Álvaro.

En 2005, Bisama fue catalogado por la revista Capital como uno de los cien líderes jóvenes de esta generación. Pero este hombre, de ojos pequeños y sonrisa fácil, parece tomarse ese título bastante a la ligera. Asimismo, para él, su método de escritura también parece ser un simple modo de diversión. “En el fondo es un juego, no tiene mucho rollo. Hay que jugar, y saber hacerlo”, declara.

Y vaya que le gusta jugar su oficio. Además de sus múltiples compromisos literarios, de su trabajo en el diario y de sus labores pedagógicas en las universidades de Playa Ancha y Alberto Hurtado, realiza un taller literario en Balmaceda Arte Joven. Y gratis. “Un amigo, Rodrigo Hidalgo, encargado de comunicaciones de Balmaceda, me invitó. Me hice el tiempo y acepté”. Así de simple, impulsado por el placer de enseñar y por la amistad. El mismo lazo que lo empuja nuevamente a emprender su rumbo. Mike Wilson lo espera en una sala del segundo piso de la Estación Mapocho.

Para cuando las preguntas y las respuestas terminan, la frente del hombre que nació en Valparaíso, pero que creció en Villa Alemana, está seca. El calor acumulado del metro ya ha pasado y a paso seguro se dirige hacia un nuevo compromiso. Un compromiso entre amigos, cómodo y distendido que, a fin de cuentas, no se diferencia en mucho de los demás en los que está inmerso.

Álvaro Bisama se mezcla con el gentío dentro la Feria y el brillante par de zapatillas amarillas se pierde de vista.

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